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Balance y prospectivas sociopolíticas de México para el sexenio 2018-2024

Resultó interesante observar que en vísperas de celebrarse la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 23) en la Ciudad de Bonn, en Alemania, diversas instituciones y organismos internacionales, tales como el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Agencia Internacional de Energía (AIE), la Organización de Naciones Unidas (ONU), la iglesia católica, entre otras, pese a no haber sido fundadas bajo fines de seguimiento al cambio climático, están abordando el tema en sus discursos y documentos oficiales; en éstos, todos reconocen al cambio climático como uno de los principales riegos y amenazas de la sociedad actual y se insta a los tomadores de decisiones a actuar con mayor compromiso en ello.

Y es que en los dos últimos años el asunto del cambio climático se ha vuelto uno de los temas más polémicos por cinco puntos principales: 1) la rápida entrada en vigor del Acuerdo de París (AP), ya que en el mismo año, 2016, se firmó y fue ratificado por el número suficiente de Estados que emiten más del 55% del total de los gases de efecto invernadero (GEI), 2) los datos proporcionados por la National Aeronautics and Space Administration (NASA) sobre el hecho de que, en 2016, siete meses1 de manera consecutiva rompieron récord como los más calientes desde 1880, fecha en que se tomó por primera vez registro de la temperatura (2016), 3) la dramática salida de Estados Unidos del AP, el primero de junio de 2017, 4) los fenómenos ambiental en diversas parte del mundo que han sido cada vez más frecuentes e intensos en sus daños y, que a su vez, están relacionados directamente con el incremento de la temperatura del planeta y 5) el artículo escrito por Shristiana Figueres, ex secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC) y el físico Stefan Rahmstorf donde, con base a datos científicos, señalan que solo se tienen tres años para establecer medidas eficientes para salvaguardar el clima del planeta (Nature, 2007).

Bajo este contexto, para nadie resulta novedoso que por cambio climático debemos de entender el “cambio del clima atribuido directa o indirectamente a actividades humanas que alteran la composición de la atmósfera mundial, y que viene a añadirse a la variabilidad natural del clima observada durante periodos de tiempo comparables” (IPCC, s.f.). Ni tampoco decimos ninguna primicia al decir que el cambio climático afecta negativamente al medio ambiente, la sociedad y la economía en general. No damos una exclusiva al señalar que ante el riesgo del cambio climático no todas las regiones del mundo son igual de vulnerables, ni todos los países, ni los sectores económicos, ni tampoco todas las personas. Es decir, pese a que el cambio climático es una externalidad negativa de las activi- dades humanas, la vulnerabilidad y la resiliencia climática es diferente entre las naciones, los sectores y los individuos. En este sentido, no siempre los mayores emisores de GEI son los más vulnerables, ni los países con menor cantidad de GEI emitidos los menos vulnerables.


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04 septiembre, 2020 por Ana B. Cuevas Tello