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México y la cuenca del pacífico Vol. 9, Núm. 27

La Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro, Brasil, en 1992, fue el escenario que marcó el antes y el después de los asuntos ambientales en la agenda internacional. Aquí mismo germinó el propósito de manejar los bosques a través de los mecanismos de desarrollo sustentable. Por tal motivo, se exhortó a los países miembros de Naciones Unidas a echar a andar el proyecto por medio de un edicto legal que asegurara el manejo sustentable de los bosques. Es decir, se les pidió a los gobiernos reformar las leyes forestales de sus respectivas naciones.

A partir de entonces, en cada uno de los países miembros de Naciones Unidas, el reto de los legisladores consistió en formular, a partir del hecho de que los recursos forestales son bienes esenciales para la vida del hombre y de los seres vivos que habitan el planeta, un decreto capaz de mediar entre los dueños de los bosques, las fuerzas del mercado, las comunidades que habitan en ellos y la sociedad civil, para que ninguno de ellos sobrepase, en su afán de ejercer sus derechos, los derechos de los demás.

Desde el punto de vista teórico, una ley forestal integral regida bajo los principios de desarrollo sustentable como las que se han estado reformando desde principios de la década pasada determinaría y apaciguaría intereses, lo que podría asegurar el manejo sustentable de los bosques y el bienestar de la humanidad, en cuanto al oxígeno y al cambio climático se refiere. Pero en la práctica las cosas no funcionan así. Aún se siguen presentando malos manejos de los bosques en muchos países del mundo. Prueba de ello es que durante los años noventa se perdieron casi 90 millones de hectáreas de bosque en todo el planeta.



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26 julio, 2020 por Ana B. Cuevas Tello